Noáj: – Turquía y Antigua Mesopotamia (Irak)

Bereshit 8:4: “Se posó el arca — en el mes séptimo, en el día diecisiete del mes — sobre las montañas de Ararat.”
Pequeño Ararat (izquierda) y Gran Ararat (derecha); vista desde Ereván , Armenia

Pequeño Ararat (izquierda) y Gran Ararat (derecha); vista desde Ereván , Armenia

Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/Mount_Ararat

El monte Ararat (en armenio: Արարատ; en turco: Ağrı Dağı – Literalmente: montaña del arca –) es el pico más alto de Turquía, con 5137 metros sobre el nivel del mar, localizado en la parte oriental del país, muy cerca de la frontera con Irán y Armenia. Se trata de un volcán inactivo cuya cima se encuentra cubierta de nieves perpetuas.

“Babel y la Escalera de Yaakov: Un Contraste entre la Ambición Humana y la Conexión Divina.” Reflexión a partir del Midrash y el Análisis de Yair Zakovitz.

El relato de la Torre de Babel en el libro de Bereshit 11:1-9, en el que los seres humanos intentan alcanzar los cielos mediante una construcción física, tiene un fuerte contraste simbólico y teológico con otro episodio bíblico posterior: la visión de la escalera al cielo de Yaakov en Betel narrada en Bereshit 28:10-22. Este contraste ha sido analizado por numerosos comentaristas, y entre ellos destaca Yair Zakovitz, quien profundiza en cómo estas dos historias proyectan una visión opuesta de la relación entre lo humano y lo divino.

Ubicación de la antigua ciudad de Babel, hoy en día en el actual Irak (ciudad: Hilla).

Fuente: https://pymstatic.com/20256/conversions/culturas-antigua-mesopotamia-wide_webp.webp

Babel: El esfuerzo humano por dominar lo divino En el relato de la Torre de Babel, los seres humanos, aún unificados por un solo idioma y con un propósito común, intentan construir una torre que llegue al cielo. Según el Midrash Dice, este proyecto simboliza el intento del hombre de rebelarse contra Dios, asumiendo que con su inteligencia y poder material puede desafiar el orden divino. Los constructores de Babel querían crear un mundo bajo su control, donde Dios no tuviera cabida o relevancia. La torre, más que una estructura física, representa el intento de la humanidad de alcanzar el cielo por medios propios, desafiando su lugar en el orden divino.

Este acto de arrogancia es castigado con la confusión de lenguas y la dispersión de los pueblos, lo que subraya el fracaso del intento humano de alcanzar el cielo y controlar lo divino. En este sentido, Babel se convierte en un símbolo de la ambición desmedida del ser humano y de la imposibilidad de acercarse a lo divino por medios puramente materiales.

Río Éufrates (Río Perat) atravesando la antigua ciudad de Babel (Babilonia). Babel era una antigua ciudad situada en el bajo río Éufrates en el sur de Mesopotamia, dentro de la actual Hillah, Irak, a unos 85 kilómetros (55 millas) al sur de la actual Bagdad. Fuente: https://algargosarte.blogspot.com/2014/09/babilonia-la-ciudad-de-nabucodonosor-ii.html

La escalera de Yaakov: La conexión divina que desciende El contraste aparece claramente en el relato de la escalera de Yaakov en Betel. Aquí, Yaakov, en un estado de vulnerabilidad y huida, tiene una visión de una escalera que se extiende desde la tierra hasta el cielo, con ángeles que suben y bajan por ella. Esta visión es iniciada por Dios, quien desciende hacia el mundo humano para establecer una relación personal con Yaakov. A diferencia de la Torre de Babel, donde los humanos intentaban alcanzar el cielo por sus propios medios, en la escalera de Yaakov, la conexión entre cielo y tierra es un acto divino, un puente que Dios establece para comunicarse con el ser humano.

Según Yair Zakovitz, este relato refleja una relación correcta y equilibrada entre lo divino y lo humano. En lugar de que el hombre intente controlar lo divino, es Dios quien decide cuándo y cómo comunicarse con la humanidad. La escalera es un símbolo de que la relación con lo celestial no se basa en el esfuerzo humano por dominarlo, sino en la gracia divina que desciende hacia el ser humano.

Contraste simbólico: Arrogancia humana frente a humildad El contraste clave que destaca Zakovitz es el diferente enfoque entre estos dos relatos en cuanto a la búsqueda de lo divino:

1. En Babel, los humanos buscan elevarse por sus propios medios, sin la intervención divina. Es una expresión de arrogancia, donde el hombre busca ser autosuficiente y desafiar la soberanía de Dios.

2. En Betel, Yaakov no construye nada ni intenta llegar al cielo. La escalera es un regalo de Dios, y Yaakov es meramente un receptor de esta comunicación divina.

Esta escena refleja la humildad del ser humano ante la grandeza de Dios y la aceptación de que la verdadera conexión con lo divino solo puede ocurrir si Dios lo permite.

Este contraste no es casual, sino que nos enseña sobre las dos posibles actitudes humanas ante lo divino: la soberbia, representada por Babel, y la humildad, representada por Yaakov.

El Midrash Dice y el comentario de Zakovitz: Enseñanzas complementarias Al relacionar el comentario de El Midrash Dice sobre Babel con la visión de Zakovitz, podemos extraer una enseñanza central: la relación entre lo humano y lo divino no puede basarse en el control o la dominación. En Babel, el esfuerzo por alcanzar el cielo por medios materiales se ve frustrado, lo que nos enseña que la soberbia y la falta de respeto hacia el orden divino solo conducen al caos y a la dispersión.

Por otro lado, la escalera de Yaakov representa la disposición humana a recibir lo divino en su tiempo y de acuerdo con la voluntad de Dios. Esta escena resalta la humildad, la dependencia del ser humano de la intervención divina, y la conexión que no puede ser forzada, sino que debe aceptarse como un don.

El contraste también puede leerse desde una perspectiva más simbólica, resaltando dos caminos opuestos en la búsqueda de lo divino: uno basado en el orgullo humano y el otro en la humildad y la aceptación de la voluntad de Dios.: mientras que la Torre de Babel representa la centralización del poder y la uniformidad, que en última instancia lleva a la confusión, la escalera de Yaakov representa la individualidad y el reconocimiento de que cada ser humano tiene su propio camino hacia lo divino, pero ese camino se revela desde arriba, no desde los esfuerzos de poder mundano. Ambos relatos bíblicos, al yuxtaponerse, ofrecen una enseñanza poderosa sobre la naturaleza de la relación entre el ser humano y lo divino: que el acercamiento a Dios no puede ser forzado ni controlado por el hombre, sino que debe ser recibido con humildad y apertura.

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