Una enseñanza para nuestra Mesa de Shabat

La Torá, en Perashát Toledot, cuenta la famosa historia del plan de Ribká para que Yaacob recibiera la bendición que Yitzjak deseaba otorgarle a su hijo mayor, Esav. Ribká le ordenó a Yaacob que se presentara ante Yitzjak haciéndose pasar por Esav, para que recibiera la bendición. Yaacob inicialmente se negó, preocupado de que si Yitzjak se daba cuenta de que él era Yaacob y estaba tratando de engañarlo, “seré como un estafador ante sus ojos”, en cuyo caso recibiría una maldición, en lugar de una bendición (27:12). Sin embargo, Ribká insistió, y Yaacob no tuvo más opción que obedecer.

La Guemará en Masejet Sanhedrín (92a) conecta la preocupación de Yaacob de ser expuesto como un “metatei’a” – מתעתע (“estafador”) con un versículo en Sefer Yirmiyahu (10:15) en el que el profeta describe a los ídolos como “ma’aseh ta’atuimמעשה תעתועים (“una obra burlesca”). Basándose en esta asociación entre la farsa de Yaacob y la adoración de ídolos, la Guemará comenta que “ha-majalif be-diburo ” –aquel que habla engañosamentees considerado como si hubiera adorado ídolos. El hecho de que se use la misma raíz inusual en referencia tanto al engaño de Yaacob a su padre (“metatei’a”) como a la adoración de ídolos (“ta’atuim”) demuestra que el engaño es tan severo como la idolatría.

En cierto sentido, la Guemará pretende aquí enfatizar la gravedad de la deshonestidad y disipar la idea errónea, demasiado común, de que la Torá trata la traición a D’s con mayor severidad que la traición al prójimo. La Guemará establece clara e inequívocamente que mentir y engañar no es una violación menos grave de los valores de la Torá que adorar a una deidad extranjera.

Además, la Guemará quizás enseña que, al menos en muchos casos, el engaño y la deshonestidad reflejan una falta de fe. Si una persona siente que debe engañar a los demás para obtener lo que quiere, entonces no cree lo suficiente en la capacidad ilimitada de D’s para proveer y ayudar a todas las personas, de modo que se ve en la necesidad de recurrir a medios poco éticos para cumplir sus deseos. Y, por lo tanto, esta persona se asemeja a un idólatra, que niega la existencia de un D’s único y omnipotente.

También podría haber otra explicación de la comparación que hace la Guemará entre el engaño de Yaacob y la idolatría. La farsa de Yaacob representa no sólo la deshonestidad, sino también el sentimiento que a veces tenemos de que necesitamos “disfrazarnos” de otra persona para tener éxito y lograr algo. Así como Yaacob, lamentablemente, necesitaba fingir ser Esav para recibir la bendición de Yitzjak, nosotros también sentimos a veces la necesidad de imitar a otros en nuestra búsqueda del éxito y la felicidad. 

Rab Tzadok Ha-Cohen de Lublin enseñó: “Así como una persona debe creer en D’s, que Él sea bendito, también debe creer en sí misma…” Debemos creer en nuestro propio potencial único, que cada uno de nosotros, individualmente, es valioso y capaz de alcanzar la grandeza. Si pensamos que necesitamos copiar a otros, ser otra persona, “disfrazar” nuestra verdadera esencia, entonces expresamos una falta de fe en nosotros mismos, en nuestra singularidad, en nuestras capacidades y talentos singulares. 

Nuestra creencia en D’s debe incluir la creencia en la chispa divina especial que habita en nuestro interior, y por eso negar la existencia de esa chispa única y creer que debemos ser otra persona es similar a la idolatría: negar la existencia de un D’s único y adorar una imagen falsa. La Guemará tal vez nos enseña aquí que, así como debemos creer firmemente en el Todopoderoso, debemos reconocer firmemente Su creencia en todos y cada uno de nosotros y confiar en nuestra capacidad de servirlo tal como somos, sin tener que tratar de convertirnos en otra persona.

¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!

De todo corazón,

Mordejai Maarabi

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