Perashat Ki Tavó
La llegada a la tierra prometida, inicia para el pueblo judío una etapa distinta a las anteriores. Llegar a la tierra significa adentrarse en ella, trabajarla, hacerse dueño, disfrutarla…
Llegar a la tierra, es poder enfrentar a los Patriarcas de Israel y afirmar su recorrido. Es afianzar la fe y los sueños, es plasmar en realidad cada paso dado por Abraham en su ‘Lej Lejá’. Es volver a cavar los pozos de agua con los que Itzjak confirmó su presencia inclaudicable en ella. Es poder soñar con aquella escalera sostenida en tierra y afirmada en los cielos, con que Iaacov se propuso edificar el Santuario en el futuro…
Abrazar la tierra es reunir cada lágrima vertida por Sará, Rivká, Rajel y Leah y retornar junto a ellas y abrir de par en par las puertas de la hospitalidad y la bondad.
Un sugestivo comienzo nos regala la parashá de este Shabat. “Vehaiá ki tavó el haAretz…”. ‘Y será cuando vinieres a la tierra’. “Vehaiá” sostenían los sabios, “Lashón simjá”, es decir, que cuando la Torá nos dice “vehaiá”, eso nos refiere al idioma de la alegría. Nada más auspicioso para nuestro comienzo.
Y la expresión de la alegría pasará en esta ocasión por ofrecer algo. Dar algo de nosotros. Lo primero, que es lo mejor. Precisamente por ser lo primero. De mi trabajo. De mi esfuerzo. Alegría sugiere la Torá es poder conjugar lo que hago –con esfuerzo y dedicación- con mi capacidad de dar.
Y todo ello tiene como escenario la tierra heredada. Por eso es que llegar a la tierra no sólo tiene que ver con un paso en la geografía. Con un traslado en el tiempo…Llegar a la tierra es un desafío. Es ponerme a prueba. Es comprobar mi deber con mi derecho…
“Velakajtá meReshit col perí haadamá…”. ‘Tomarás de las primicias de todos los frutos del suelo’, y poniéndolos en un canasto, deberemos ir al encuentro de la Divinidad en Jerusalém. Paisaje simple, con intérpretes simples. Un hombre con un pequeño canasto, portando su agradecimiento y dando muestras de su presencia. Frutos, trabajo de sus manos. Caminos que lo elevan hacia el Cielo. Reproducción casi perfecta del pasado. Un hombre que camina. Su hijo que fecunda la tierra. Su nieto que sueña entre esa tierra y el cielo…¿Coincidencias? ¿Casualidades? Creemos que no.
Esa canastita “Téne” – טנא en lenguaje de la Torá, es la portadora de la historia. Es el testimonio viviente de cada generación y generación que para hacerse presente, debe traer un ‘presente’….Allí la confluencia. Y después la casualidad que resulta ser derrotada una vez más por el compromiso. A no dudarlo…
El Creador requiere de nosotros, al vincularnos con la tierra –nuestra tierra-, un primer paso esencial. El poder ligarnos a ella para siempre desligándonos de aquello que puede resultar sólo nuestro: es fruto de nuestro trabajo…
El primer fruto. El más bello como decíamos. Porque allí comenzamos a conjugar el verbo tierra –“eretz”-…Ser tierra es crecer. Ser tierra es poseer y heredar. Ser tierra es vocación de hombre y de pueblo. Y todo, prologado por la sensación y la emoción de la Alegría…
HaRambám nos enseña que “las primicias del trigo, del vino y del aceite, las primicias de la masa, la de las frutas, las primicias del vellón de oveja, tantas prácticas que consagran al Eterno el primer producto de toda cosa, tienen por fin desarrollar en el hombre la generosidad y disminuir el deseo de alimentarse y el instinto de propiedad…la recitación del texto que acompaña la ofrenda contribuye también, a desarrollar sentimientos de humildad: hacer saber al hombre que proclama, con el canastillo a la espalda, las bondades de D’s, que se encuentra a Su Servicio, le recuerda, en la prosperidad, las dificultades y las pruebas por las que ha atravesado, por temor a las fallas bien conocidas que engendran la riqueza y la facilidad: la insolencia, el orgullo, el abandono de los buenos principios…”. (Guía de los Descarriados, Parte III, 39).
Rab Shimshon Refael Hirsch ZTS”L por su parte, describe el sentido del mandamiento de las primicias así: “Ningún otro pasaje de nuestra Torá demuestra mejor el carácter específico del campesino de la tierra de Israel, como estas cuantas frases pronunciadas enun momento de intensa alegría y de una satisfacción, que sólo el trabajador y el segador pueden experimentar. Y es en este momento cuando, mientras en cualquier otra parte, dominarían la arrogancia y el orgullo, el sentimiento de una dura conquista y de una posesión legítima, el campesino judío se inclina delante de su D’s y le dice con humildad: ‘Mis antepasados han sido esclavos en Egipto, D’s los ha liberado, nosotros no teníamos ni tierra ni felicidad, D’s nos la ha dado’. Es al tomar conciencia de su origen humilde, de la gloriosa epopeya de su nacimiento como Nación y la Alianza que fue el cimiento que edifica la independencia judía, como el Pueblo podrá conservar la única actitud que le garantizará su futuro. Cada año se presentará en el Templo, con la cabeza en alto, la espalda fuerte, animado por un magnífico aliento de confianza y de esperanza, a sabiendas de que no ha faltado a su deber y que esta certidumbre lo conducirá hacia las mañanas claras y soleadas…”.
Una pequeña canasta que más allá de frutos –los primeros, los más bellos- porta dentro de sí la condición humana y la exaltación del ser judío: elevar esa canasta ante D’s y sumergir nuestra existencia en las aguas de la humildad y el agradecimiento. Una forma singular de poseer la tierra. Una forma excepcional de definir mi ser humano y mi condición de judío…
Estos días de Elul están llegando a su fin. El rey David canta cada mañana y cada atardecer en su Salmo 27 una esperanza: “Lulé heemanti lirot betub HaShem beEretz jaim…”. ‘Si tan solo podría afirmar mi fe de ver a D´s en la tierra de los vivientes…’. Nuestra parashá nos invita a hacerlo. A encontrarnos con D´s en la tierra de los vivientes….Nuestra tierra. Nuestros frutos. Nuestra alegría.
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!
Rab Mordejai Maarabi
Ex Gran Rabino del Uruguay
Rabino de la Kehilá ‘Torá veJaim’, Ra’anana
Bet Midrash ‘Sifté Cohen’, Ra’anana
Ulpán Giyur «Mekor Jaim», en idioma español