Para la Haftará de Perashat Nasó, leemos la narración en Sefer Shoftim (capítulo 13) sobre el nacimiento de Shimshón. Se nos dice que Manoaj – el padre de Shimshón – y su esposa no podían tener hijos, hasta que un ángel se apareció a la esposa de Manoaj y le informó que concebiría. El ángel instruyó a la esposa de Manoaj que no podía beber vino durante su embarazo, porque su hijo, que salvará a Bené Israel de la opresión de los pelishtim, debía ser consagrado como nazir. Se le prohibirá beber vino y no deberá cortarse sus cabellos en toda su vida. Esta narrativa se relaciona con Perashat Nasó en el sentido de que Perashat Nasó trata (entre otros temas) de las leyes del nazir.
El Midrash (Bemidbar Rabá 10:5) cuenta que Manoaj y su esposa habían estado, hasta ese momento, discutiendo sobre quién es responsable, por así decirlo, de la incapacidad de la esposa de Manoaj para concebir. Manoaj afirmó que ella era infértil, mientras que ella insistió en que la culpa era de su esterilidad. Una vez que el ángel se apareció a la esposa de Manoaj y le dijo: «He aquí, eres estéril y no has dado a luz» (13:3), este argumento quedó resuelto. El Midrash concluye: «De aquí aprendes que la esposa de Manoaj era una mujer justa, porque se ganó el privilegio de que un ángel hablara con ella e hiciera las paces entre ella y su marido, para informarle que era estéril y que ella – no su marido – fue la causa de que ella no pudiera concebir. Por eso él [el ángel] habló con ella». Según el Midrash, el ángel fue enviado a la esposa de Manoaj con el propósito específico de resolver la discusión entre ella y su esposo, que, sin duda, había generado mucha fricción y tensión entre ellos. El hecho de que la pareja se ganara este privilegio, de tener un ángel enviado para resolver su conflicto, fue testimonio de la piedad de la esposa de Manoaj. En su mérito, D’s envió un ángel para, de una vez por todas, resolver el desacuerdo que había generado considerables conflictos internos.
Rab Jayim Kanievsky ZTZ”L, en su Ta’ama Di-kra, extrae de este incidente un consejo muy simple y útil para manejar situaciones de conflicto. Para poner fin a la disputa, el ángel se apareció específicamente a la esposa de Manoaj para informarle que se había equivocado. Este era un medio mucho mejor para restaurar las relaciones pacíficas entre ellos que si se hubiera acercado primero a Manoaj para decirle que su postura era la correcta. Cuando dos personas pelean y finalmente se demuestra que una de las partes tiene razón, su instinto natural es celebrar su triunfo con un estallido de «Te lo dije«, lo que obviamente tiene el efecto desastroso de alimentar las llamas de la tensión y los resentimientos entre las partes.
Por lo tanto, observa Rab Kanievsky ZTZ”L, es mucho más deseable que el tercero informe primero de su error al que cometió el error. De esta manera, la parte equivocada se acercará a su oponente y confesará humildemente su error, lo que probablemente le ahorrará más humillaciones y ayudará a los dos a reconstruir su amistad y respeto mutuo.
Hoy, donde esos “ángeles” parecen ‘brillar por su ausencia’, es nuestra devoción y temor a HaShem la que nos debe llevar a reconocer nosotros mismos nuestros errores y así, ‘sanar’ el espacio más sagrado luego del hogar paterno y materno: nuestro propio hogar…
Si hay una situación que desnaturaliza el vínculo que tanto se tardó en construir, es, tal vez, esa sensación de ‘prepotencia’ que acompaña cada discusión, por pequeña que fuese, y que no hace más que trabar el engranaje más fino y delicado de la vida: nuestra relación de pareja.
Shimshón nació tras haber superado ese desencuentro. Esa es la berajá del Creador. Quiera Él penetrar los oscuros espacios que anidan entre nosotros, echando un haz de luz, pequeño pero potente, que nos permita ver al otro, y a partir de allí, volver a pensar en nosotros…
A mi manera…
“Nofet titofna siftotáij calá…” canta nuestro Shir haShirím. El amor sabe a dulzura. Inspira a entremezclarse entre los sabores únicos que despierta el encuentro. Saber del otro es percibir su presencia. Sentir al otro es envolverse entre los aromas que deleitan al cuerpo y subyugan al alma. ‘Una dulzura como la de la miel, desprenden tus labios, amada mía…’ deja escuchar el Amado. Sabores que inspiran y abren las compuertas de un paraíso en tierra de los amados…
“Devash ve-jalab tajat leshonej, ve-reaj salmotáij ke-reaj Lebanón” concluye el versículo de nuestro Cantar. Los labios –puertas que comunican con el palacio interior del ser- parecen abrirse para permitir, por única vez, develar el enigma. Esa dulzura, fruto del cuidado y del empeño, obra artesanal creada para el placer, deja descubrir el interior… Lo recóndito. Aquello que perdura como tesoro peculiar y que aguarda ser hallado.
‘Miel y leche anidan bajo tu lengua, y la fragancia de tus ropajes, se asemeja al perfume del Lebanón’. Allí, donde nace la expresión, donde los sonidos pugnan por hacerse palabra, donde los sabores son reconocidos y develados, allí, la leche y la miel han construido su recinto. ‘Leshonej’ –tu lengua dice el Amado- atesora los secretos eternos del ser. De su razón de ser. De su capacidad de ser… Entonces, podremos comprender, quienes asistimos asombrados al encuentro –al tiempo del amor que se manifiesta-, que ese amor posee un lenguaje único y posible; idioma que se traduce en todos los idiomas; sentido que abarca todos los sentidos. Porque el amor, cuando cabe, es la totalidad del ser manifestada.
Nos acercamos al tiempo de ‘Shavuot’. Nos asomamos por un instante a la eternidad. Somos testigos presenciales del encuentro. El Amado y Su amada estarán frente a frente. O tal vez, interior –‘pením’– frente a su idéntico –‘paním’-, rostro… Hay una entrega. Se manifiesta La Palabra. Se construye todo un lenguaje. Se multiplican los idiomas. Un momento cuando todo parece comprenderse. Cuando nada debe ya ser explicado… Se siente. Se palpa. Se huele. Sabores eternos que rodean los tiempos y regalan una vez más, la más tierna y dulce imaginación a la persona… A cada uno y uno que se suma entre los silencios a las vibraciones intensas de un Pacto eterno…
La amada se llena de Torá… Entonces la ‘miel y la leche anidan bajo tu lengua’ al decir del Cantar. Es tiempo de entrega y es tiempo de guardar. Es tiempo ya de dejar hablar a los sentimientos que se agolpan bajo esa lengua y reclaman ser oídos… Hablar y ser escuchados. Allí la amada ingresa en el Pacto con Su Amado. Y se viste con sus mejores ropas. Por dentro, la dulzura de la expresión, por fuera, fragancias inconfundibles que evocan el ‘Lebanón´. Aromas que reflejan algo más que una geografía terrenal. ‘Lebanón’, explicaba Rabi Iosef Jaim, nos trae la memoria del ser total y los tiempos. Véalo con sus ojos y comprenda el placer: ‘Leb’, el corazón. ‘Nun’, al cabo de 50 días…
Semanas que relatan el tiempo. Entregas que descubren el corazón. Sonidos que dejan ver el amor tal como habla. Sentidos que permiten avistar –a lo lejos- la presencia inacabable de los que diseñan el presente, dejando pasar una ráfaga de suaves vientos de aliento, y saber que hay futuro.
“Shavuot y Matán Torá” nos devuelven ese aliento dulce y fragante del sabernos queridos. Porque nos invitan a cubrir los labios de dulzura y expresarnos en consecuencia. Pero la razón de mi palabra nace en la profundidad de un lenguaje, estructurado de leche y de miel que aguarda ser sonido y sentido de la existencia. Entonces, querido lector, cuando el ‘adentro’ se cubre de inciensos, el ‘afuera’ exhala perfumes bellos. Aromas que vienen desde el corazón, y se expresan en los tiempos de días, semanas, la vida…
Tal vez, cuando nos llenamos de esa Torá por dentro, el camino hacia la tierra que es promesa, parece asegurarse más y más. Porque atesoramos al decir del Cantar “Devash ve-Jalab tajat leshonej”, esa ‘miel y leche bajo la lengua’, para abrir las puertas de una tierra que es “eretz zabat jalab u-dvash…”, un lugar que absorbe lo que desprendemos…Una cuna que exhala las fragancias de quien reposa en ella, para el ensueño…Todo ese amor que sabe a dulzura…
Dedicado a la bendita memoria de mis maestros,
Que supieron endulzar los días de mi niñez y adultez
Con su sabiduría peculiar y su carisma único…Mordejai Maarabi