Haftará: “Vayomer ló Yehonatán: Majar Jodesh…” (Shemuel 1, Cap.20: 18-42)

La tarea más difícil…

Tiempo de educar en los días de los patriarcas. Tiempo de transferir el saber y el hacer. Yitzjak es hombre de reflexión y estudio. Rivká es mujer de acción y devoción. Yitzjak es la pausa que busca la quietud, Rivká es el torbellino que irrumpe cual agua surgente. Yitzjak redescubre los pozos de agua que su padre había explorado y cavado. Rivká, es el agua de esos pozos que emerge ante ella, para brindarse al prójimo. Dos figuras, dos modalidades. Dos formas de vivir que se unen bajo el cielo de la continuidad y dan a luz también a mellizos…Dos formas de vivir. Dos formas de convivir. Dos dimensiones de una misma realidad.

Esav y Yaacob ocupan el escenario de los días multiplicados de Yitzjak y de Rivká. Tras veinte años de espera; tras dos décadas de súplicas y plegarias ascendentes, la bendición dejó entreverse para dar a luz a dos vidas singulares. Tan singulares, que se diferencian ya desde el instante de la concepción.

Nuestra Torá no deja ‘escapar’ detalle al respecto. Porque sabe de identidades y conoce de particularidades. Hermanos intrauterinos que habrán de compartir el devenir futuro; pero se habrán de diferenciar lenta y pausadamente, afirmando cada uno su personalidad, mostrando la esencia constitutiva de cada cual. Aún en el común denominador, brotan las más sensibles diferencias. “Sabe de dónde provienes” enseñaba el Pirké Avot. El origen común hace que podamos imaginar el porvenir. “Y hacia dónde te diriges…”

Tanto Esav y Yaacob conocen a la perfección su procedencia. Y cada uno, si usted estimado lector puede leerlo junto a mí, apelará con su accionar –con su modo de ser- a uno de los aspectos no manifiestos de sus tutores. 

Esav, el hijo amado de Yitzjak, recorre los espacios que su padre ha postergado en aras de su meta reflexiva; en vistas de su condición de “olá temimá” –una ofrenda elevada íntegramente a su D’s- y que se materializa en ese mundo del pensamiento, de la plegaria sentida, de la esperanza jamás concluida… Esav es hombre de caza, hombre de campo. Lo furtivo es su camino. La aventura. Lo inesperado. Lo ‘no programado’.

Iaacov por su parte consuma los ideales postergados de su mamá. A aquella mujer –pastora que recorre los pozos de agua para abrevar ganados propios y ajenos-, la imagen de un hijo ‘íntegro que habita en las tiendas’ parece ser la meta. Cada padre potencia en esos hijos los aspectos no manifiestos de sus propias vivencias. Curiosa imagen que nos brinda nuestra Torá. Aunque significativa. Porque nos llama a ver. A comprender y a ‘echar mano’ sobre los aspectos preliminares que hacen a la formación inicial –la formación– de los hijos.

Las intensidades espirituales de Esav y Yaacob quedan claramente expuestas desde un comienzo. Pero a veces, los papás nos manifestamos por aquello que ‘vemos’ de los niños. Y nos ‘enamoramos’ de ello. Y creemos que potenciando idénticos compromisos, los llevaremos a una meta común. Nada de eso se corresponde con la concepción educativa judaica. “Janoj la-na’ar al pi darcó…” –‘educa al joven en su camino’- asevera el libro de Proverbios. Educarlo en su camino… Toda una revolución en la concepción del educar. Conducirlos por donde ellos se manifiestan, no por donde creemos que se deben manifestar. Dar rienda suelta a esas primigenias formulaciones de identidad, que potenciadas darán más tarde, una sólida personalidad con posibilidades de recibir, no sólo de imponer exclusivamente su voluntad…

Rab Hirsch solía decir que ‘quien sienta a Esav y Yaacob en el mismo pupitre, y le transmite idénticos contenidos y rutinas de vida, apostando a una única formación en el estudio y el pensamiento, logrará al final arruinar a uno de ellos…’.

Educar es potenciar los objetivos, los cuales mi hijo insinúa- con sus pasos, en su propio camino- hacia donde se dirige. Para lograr, más tarde, que se afirme en ellos y no los arroje tras de sí.

Y no siempre deberemos tener idénticas expectativas… Expectar es esperar. Es poder ver, en el tiempo, como se dan aquellos aspectos sobre los cuales tanto y tanto nos parece habernos esforzado. Pero ante todo, es ‘saber ver’. Debemos -¡necesitamos!- abrir bien nuestros ojos, y estar atentos. Porque cuando estamos atentos, seguramente muchas cosas pasarán desapercibidas. Pero lo esencial –“lo que resulta invisible a los ojos”- es perceptible en el alma…El alma suya, mía, no sabe de engaños. El Alma sabe bien a quién tenemos enfrente. A nosotros mismos. Al prójimo casual, al próximo que es nuestro hijo…Tiempos de educación en la Torá. Desafíos que se renuevan en nuestras vidas como padres –‘horím’- nombre que conjuga la esencia del ser. ‘Moré’, maestro, el que muestra, el que demuestra

Rab Mordejai Maarabi
Ex Gran Rabino del Uruguay
Rabino de la Kehilá ‘Torá veJaim’, Ra’anana
Bet Midrash ‘Sifté Cohen’, Ra’anana
Ulpán Giyur «Mekor Jaim», en idioma español

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