Rashí, en su comentario a Perashat Bereshit (1:11), cita el conocido comentario del Midrash (Bereshit Rabá 5:9) de que cuando D’s creó la vegetación de la tierra, tenía la intención de que la corteza de los árboles fuera comestible como su fruta. La tierra, sin embargo, desobedeció el mandato de D’s y produjo árboles con corteza no comestible. Posteriormente, la tierra fue castigada al ser incluida en la maldición proclamada contra la humanidad a raíz del pecado de Adám y Javá.

Este es uno de varios ejemplos de referencias Midráshicas a “errores” que tuvieron lugar durante el proceso de génesis de la Tierra. Un ejemplo anterior de tal referencia, citado por Rashí en sus comentarios al primer versículo de la Torá, puede ser instructivo sobre el enfoque adecuado a seguir para explicar este concepto. El Midrash (Bereshit Rabá 12:15) comenta que D’s inicialmente buscó crear el mundo sobre la base del Atributo Divino de la justicia, pero luego se dio cuenta de que el mundo no podría sobrevivir sin un elemento de rajamim, de compasión Divina que nos permitiría sobrevivir a pesar de nuestra indignidad.
Es muy obvio que cualquier “realización” del Todopoderoso le era claramente conocida desde el principio; como Su conocimiento es perfecto, Él no puede albergar una noción errónea que luego sea descartada al llegar a una comprensión que no fue considerada de antemano. Por lo tanto, probablemente debería entenderse que el comentario del Midrash presenta un ideal por el cual debemos esforzarnos, aun cuando sabemos que no puede realizarse plenamente.
En la práctica, confiamos en la bondad y compasión de D’s. Según el estándar de la justicia estricta, nuestra supervivencia pierde su justificación en el momento en que cometemos la más mínima infracción. Y así, dado nuestro inherente estado de imperfección, dependemos de la combinación entre justicia y compasión. Sin embargo, la descripción que hace el Midrash del plan inicial de D’s para gobernar el mundo con estricta justicia enseña que no debemos resignarnos a la realidad de la imperfección y, en cambio, debemos esforzarnos continuamente hacia la perfección. Aunque entendemos que la perfección completa es inalcanzable, debemos apuntar hacia el punto más cercano posible a esa meta.
Podríamos adoptar un enfoque similar para explicar la historia de los árboles en el Midrash. El propósito principal de un árbol es producir frutos, y todas las demás partes del árbol son piezas necesarias del mecanismo que trabaja para lograr ese resultado. Aunque esas partes constituyen la gran mayoría del árbol, en última instancia son secundarias, ya que son simplemente los medios para producir el objetivo final.
La vida humana, en este sentido, se parece a los árboles. Nuestro propósito principal, el “fruto”, es servir a nuestro Creador. Pero así como la mayor parte del árbol es sólo el medio para alcanzar el objetivo final, la mayor parte de nuestras vidas se gasta, por necesidad, en los “medios”, en el cuidado de nuestra supervivencia y sustento físicos para que podamos lograr nuestro propósito en el futuro. Sin embargo, idealmente no debería haber diferencia entre la “corteza” y el “fruto”, entre los medios y los fines. A ambos se les debe infundir un sentido de santidad y propósito, y ambos deben abordarse y tratarse como esfuerzos santos. En una existencia perfecta, estaríamos a la altura del ideal de la Mishná de “ve-jol ma’aseja yihiyu le-shem Shamayim” (“Todas tus acciones deben ser por amor del Cielo”) en el sentido muy literal, y aseguraríamos que todos y cada uno de los actos que realizamos es pura y exclusivamente con el fin de permitirnos servir a nuestro Creador.
En la práctica, por supuesto, pocos de nosotros, si es que alguno, somos capaces de alcanzar semejante estándar. Buscamos disfrute y participamos en muchas actividades para el ocio y el placer, y no sólo para sustentarnos y poder servir al Todopoderoso. Sin embargo, el ideal de paridad absoluta entre la “corteza” y el “fruto” debe motivarnos a orientarnos a nosotros mismos y a nuestras vidas en la dirección general de Avodat HaShem. Incluso si no se puede esperar razonablemente que comamos y durmamos sólo la cantidad precisa necesaria para mantener una buena salud, se espera que nuestras principales decisiones en la vida y la naturaleza y dirección general de nuestras vidas estén determinadas por el ideal de «le-shem Shamayim», con miras a cumplir el propósito superior para el cual fuimos creados. En la práctica, la “corteza” nunca sabrá como el “fruto”, pero aún así debemos esforzarnos por reducir la brecha entre los dos tanto como sea razonablemente posible…