Persecución vital…

El tiempo de Shabat Kodesh arroja en medio de la rutina de nuestro vivir un intento renovado de percibir –de sentir- como lo diferente puede tener un lugar entre nosotros. Ocurre que lo común pretende ocupar más -¡mucho más!- de nuestras vidas… Y no está mal. Porque cuando logramos apreciar los contrastes –esos claroscuros que nacen en el mundo de la Creación y se transportan día por día a los hechos de nuestro hacer y vivir- es tal vez cuando captamos lo maravilloso de lo que somos, de lo que significa nuestra vida y la de los demás.

Un regalo extraordinario –fuera de lo común- que nos hace sentir por primera vez, que aquello de la ‘santidad’ es aplicable a lo cotidiano, a lo simple de cada instante…Entonces la idea del ‘Kodesh’ que acompaña a la reina, se torna palpable, asequible, posible.

Cada ser humano es una suma de santidades…Porque ‘kodesh’ tiene que ver con la singularidad del ser. Con la peculiaridad de su hacer. Y lo manifiesto de su pensar y decir. Durante el Shabat, cada uno de esos hombres se inviste con su mejor ropaje. Aquel que, despojado de lo común de los tiempos, hace relucir lo sagrado que hay en él. Una Imagen y una Semejanza. Alcanzar la plenitud de los creados, ser recipientes de la Voluntad Creadora del Creador…Asoma un tiempo donde expresarse. Porque cuando el hombre alcanza a reconocerse como parte de, ha despejado sus dudas y nacen en él sus afirmaciones…Sus certezas. Eso también es parte de la Santidad del ser. Saber quién soy, para poder decidir a Quien me debo… Identidades claras generan pertenencias seguras. A no dudarlo…

El presente, hace de la conjunción ‘Shabat-Hombre’ una ecuación única. Trascendente, diría. Porque cuando logramos traducir nuestra eterna cita con el texto, nace la vocación del saber…Madura la condición inacabable del aprender. Crece –con fuerzas inusitadas- nuestra voluntad de aprehender.

Este Shabat inaugura un ciclo distintivo. Porque se habrá de transformar en señal imperecedera. Creo, humildemente, que hay en cada tiempo sabático, un modelo excluyente… Pero a los modelos comunes, se agregan paradigmas extraordinarios. Hoy estamos tal vez frente a ello. A una construcción única entre las esculturas humanas venidas a formar el mundo de la creación e infundirle de sentidos y sentimientos…

“Kol dodí hiné ze bá…” canta ilusionada la amada. ‘La voz de mi amado, he aquí que viene…’. El Cantar de los Cantares vuelve a ilusionarnos. Una voz se allega. Sentir la voz, es percibir la cercanía del que amo… A veces no logramos discernir la figura…pero la voz, se torna inconfundible.

“Medaleg al heharím, mekapetz al haguevaot…” continúa el fino relato de la llegada del tan esperado… ‘Me parece verlo saltando por entre los montes, brincando por entre los collados’ asoma la imaginación del que ama, ansioso por poder ver a esa voz escuchada…

“Domé dodí litzví…” afirma la enamorada. ‘Mi amado se asemeja al gamo’… ‘Tzví’ hace alusión a lo bello entre los que tienen un aspecto hermoso.

‘La voz de mi amado, he aquí que viene’… Asoma un hombre entre las arenas de la historia bíblica. Hay un ser humano que llegará a ser llamado “Ohev HaShem”– el que amó a D’s-. Único entre todos los hombres. Fuera de lo común. Un ‘extraordinario’. Abraham nuestro padre viene presentando su voz…Se hace escuchar. La amada lo aguarda. Ansiosa. Expectante. Con todo su amor. La amada es la mismísima ‘Shejiná’ –la Presencia de lo Divino que aguarda por el hombre desde los tiempos de la Creación. Hace mucho que lo espera. Y ahora parece oír su voz…

Abraham debe superar montañas. Debe saltear escollos. Desde su lugar natal –en la geografía del fuego sumerio y la discriminación feroz de sus coterráneos- hasta los precipicios de una geografía espiritual que hacían de su vivencia de fe, un ser diferencial, incomprendido y por tanto, exilado…

Sin embargo, la amada afirma que ‘mi amado se asemeja al gamo –tzví-’… El amado puede mantener su belleza intacta. Más allá de los embates del tiempo y de los territorios, el amado sigue siendo esbelto…Su encanto parece perdurar intacto. Como sus convicciones y principios. Como sus ideales. Como sus móviles y movilizaciones…

“Zerá Abraham Ohaví…” –‘la descendencia de Abraham que Me amó a Mí’– dice la Divinidad.

El presente, decíamos, demarca un límite en el andar bíblico. Un antes y un después. Por eso apreciamos la idea del Kodesh. De lo singular. De ese ser humano que habitó en Abraham Abinu y nos regala la condición de lo extraordinario en un mundo que adolecía, y donde la condición individual se perdía entre las brumas de una masa informe dominada por los silencios adictivos de tiranos y dictadores…

Allí emerge Abraham…“Kol dodí hiné ze bá…”. Nace con la voz. Su presencia es sonido. Su presencia es sentido. Su presencia es sorpresa y sensación de lo nuevo en un mundo que parece haber agotado –y ahogado- su grito de libertad y creación…

Debe sortear infinitos accidentes geográficos –terrenales y espirituales-…Mas ninguno lo conmueve. Por el contrario, todos lo mueven hacia esa búsqueda pertinaz de la verdad, asociada con la bondad, para hacer de cada día, un antro de santidad… De ‘Kodesh’, es decir, de dedicación exclusiva al otro. Porque allí radica la idea de la santidad. Cuando puedo a partir mío, surcar los mares de la indiferencia y del odio, de la apatía y la negación, e intentar ser junto a los demás…

Abraham –el amado de la amada- es la síntesis de la voz que camina, trayendo en su rumor y su susurro, el bálsamo de un amor inclaudicable…

¡Shabat Shalom uMeboraj!

Quiera HaShem renovar este año para el bien y la solidaridad, e incrementar el amor y el respeto por el prójimo=próximo

Mordejai Maarabi

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